Ser capaz de controlar tus emociones es un signo de madurez, pero también puede tener repercusiones. ¿Por qué reprimimos las emociones? ¿Cuándo debemos reaccionar y cuándo debemos ser retraídos? ¿Reprimir las emociones conscientemente es una buena forma de lidiar con el estrés?
El arte de la madurez
Mantener los nervios bajo control es una forma de lidiar con el estrés y sus efectos, evitar conflictos y negociar el éxito. Sin embargo, en una situación en la que este tipo de tensión se acumula durante demasiado tiempo o se produce con demasiada frecuencia, puede dar lugar a reacciones y actitudes perturbadoras, por ejemplo, cerrarse en sí mismo o experimentar arrebatos de ira.
Cuando vemos escenas en movimiento en una película, podemos experimentar los latidos del corazón más rápidos, lágrimas que fluyen por nuestros ojos, y un nudo en la garganta o el estómago. Son síntomas naturales y fisiológicos de lo que sentimos, reflejándose en las expresiones faciales. Por ejemplo, si alguien está en un cine viendo una escena de una cirugía de corazón, su cara mostrará miedo, asco o ambos. Son reacciones involuntarias que constituyen una expresión natural e involuntaria de las emociones. ¿Se ha preguntado alguna vez qué pasaría si tratáramos de detener estas reacciones espontáneas y fingir indiferencia?
El paciente furioso se recupera más rápido
Es cierto que la indiferencia en las relaciones sociales a veces es útil. Cuando un niño en la escuela ignora las burlas, puede terminar deteniéndolas. El negociador puede obtener un trato más provechoso, y el jugador de póquer puede confundir a sus oponentes. Sin embargo, ¿qué dice la investigación? Uno de los experimentos psicológicos con pacientes en hospitales mostró que aquellos que expresan insatisfacción, son más difíciles, discuten más a menudo con los médicos, etc., se recuperan más rápido (!) que aquellos que siguen educadamente todas las órdenes y nunca se rebelan.
Curiosamente, según los especialistas, si una persona se abstiene de revelar el dolor que experimenta, es capaz de soportar una carga mayor de dolor que cuando comienza a compartirlo. Si un niño se abstiene de llorar, se verá subjetivamente menos afectado por sus efectos, pero al mismo tiempo, el tiempo de experimentar esta emoción será más largo. Esta es una diferencia significativa. Mientras que las emociones suprimidas se debilitan, tardan más tiempo y es más difícil liberarlas. «Me prendo fuego, exploto, pero me quemo, y pasa por encima de mí» – así es como algunos describen el estado de la experiencia. Si suprimieran sus sentimientos, la ira sería menos violenta, pero duraría más tiempo. Es como si expresar malas emociones los quemara.
Cuando el cuerpo está en desacuerdo con la mente
Hemos escrito muchas veces sobre el hecho de que para mantener la salud mental y física, debemos aprender a leer las señales que vienen tanto de nuestra mente como de nuestro cuerpo. La falta de esta integración y sus efectos también son visibles en la supresión de las emociones. Tras obtener las lecturas del aparato que examina las reacciones fisiológicas humanas, se puede ver que cuando queremos ocultar nuestras verdaderas emociones con todas nuestras fuerzas, nuestra presión sanguínea aumenta, la sudoración y la tensión muscular aumenta y la respiración se acelera. El cuerpo comienza a funcionar como si estuviera en una emergencia. ¿Conclusión? La supresión de las emociones conduce a muchas enfermedades psicosomáticas, es decir, aquellas que son difíciles de «atribuir» a otras dolencias o de justificar con los resultados de la investigación. Entre ellas se encuentran el insomnio crónico, la hipertensión, el síndrome del intestino irritable, el asma, las enfermedades de la piel e incluso la depresión.